imagens e sombras de santa maria madalena na literatura e arte portuguesas

- a construção de uma personagem: simbolismos e metamorfoses - helena barbas - fev.2003

 

[]  Fray Luis de Léon, 1631

 

A Una Señora pasada la mocedad [1]

 

Elisa, ya el preciado

cabello que del oro escarnio hacía

la nieve ha variado.

Ay!, yo no te decía:

5       «Recoge, Elisa, el pie, que vuela el día?»

 

Ya los que prometían

durar en tu servicio eternamente,

ingratos se desvían

por no mirar la frente

10    con rugas afeada, el negro diente.

 

Qué tienes del pasado

tiempo sin dolor? Quál es el fruto

que tu labor te ha dado,

sino es tristeza y luto

15     y el alma hecha sierva a vicio bruto?

 

Qué fe te guarda el vano

por quien tú no guardaste la debida

a tu bien soberano?

Por quién, mal proveída,

20     perdiste de tu seno la querida

 

prenda? Por quién velaste?

Por quién ardiste en célos?

Por quién uno el cielo fatigaste

con gemido importuno?

25     Por quién nunca tuviste acuerdo alguno

 

de ti mesma? Y agora

rico de tus despojos, más ligero

que el ave huye, y adora

a Lida el lisonjero;

30     tú quedas entregada al dolor fiero.

 

Oh cuánto mejor fuera

el don de la hermosura que del sielo

te vino, a cuyo era

hebllo dado en velo

35    santo, guardado bien del polvo y suelo!

 

Mas ahora no hay tardía;

tanto nos es el cielo piadoso

mientras que dura el día;

el pecho hervoroso

40     en breve del dolor saca reposo.

 

Que la gentil señora

de Mágdalo, bien que perdidamente

dañada, en breve hora

con el amor ferviente

45     las llamas apagó el fuego ardiente-

 

Las llamas del malvado

amor con otro amor más encendido,

y consiguió el estado

que no fué concedido

50     al huésped arrogante, en bien fingido.

 

De amor guiada y pena

penetra el pecho extraño, y atrevida

ofrécese a la ajena

presencia, y sabia olvida

55     el ojo mofador, busca la vida.

 

Y toda derrocada

a los divinos pies que la traían,

lo que la en sí fiada

gente olvidado habían,

60     sus manos, boca y ojos lo hacían.

 

Lavaba larga en lloro

al que su torpe mal lavando estaba;

limpiaba con el oro

que la cabeza ornaba

65     a su limpieza, y paz a su paz daba

 

Decía: «Solo amparo

de la miseria extrema, medicina

de mi salud, reparo

de tanto mal, inclina,

70     aqueste cieno tu piedad divina.

 

Ay!, qé podrá ofrecerte

quien todo lo perdió?

Aquestas manos osadas de ofenderte,

aquéstos ojos vanos

75     te ofrezco y estos labios tan profanos.

 

La que sudó en tu offensa

trabaje en tu servicio, y de mis males

proceda mi defensa:

mis ojos dos mortales

80     fraguas, dos fuentes sean manantiales.

 

Bañen tus pies mis ojos,

mi boca y red de enojos

límpielos mis cabellos; de tormento les

dé besos sin cuento,

85     y lo que me condena te presento.

 

Preséntote un sujeto

tan mortalmente herido, cual conviene

de um médico perfecto

de cuanto saber tiene

90     dé muestra, que por siglos mil resuene.»

 

[]

 


[1] in Poesia, (Saragoça: Ebro, S.L., 1981), pp.39-43;