imagens e sombras de santa maria madalena na literatura e arte portuguesas - a construção de uma personagem: simbolismos e metamorfoses - helena barbas - fev.2003 |
A Una Señora pasada la mocedad [1]
Elisa, ya el preciado
cabello que del oro escarnio hacía
la nieve ha variado.
Ay!, yo no te decía:
5 «Recoge, Elisa, el pie, que vuela el día?»
Ya los que prometían
durar en tu servicio eternamente,
ingratos se desvían
por no mirar la frente
10 con rugas afeada, el negro diente.
Qué tienes del pasado
tiempo sin dolor? Quál es el fruto
que tu labor te ha dado,
sino es tristeza y luto
15 y el alma hecha sierva a vicio bruto?
Qué fe te guarda el vano
por quien tú no guardaste la debida
a tu bien soberano?
Por quién, mal proveída,
20 perdiste de tu seno la querida
prenda? Por quién velaste?
Por quién ardiste en célos?
Por quién uno el cielo fatigaste
con gemido importuno?
25 Por quién nunca tuviste acuerdo alguno
de ti mesma? Y agora
rico de tus despojos, más ligero
que el ave huye, y adora
a Lida el lisonjero;
30 tú quedas entregada al dolor fiero.
Oh cuánto mejor fuera
el don de la hermosura que del sielo
te vino, a cuyo era
hebllo dado en velo
35 santo, guardado bien del polvo y suelo!
Mas ahora no hay tardía;
tanto nos es el cielo piadoso
mientras que dura el día;
el pecho hervoroso
40 en breve del dolor saca reposo.
Que la gentil señora
de Mágdalo, bien que perdidamente
dañada, en breve hora
con el amor ferviente
45 las llamas apagó el fuego ardiente-
Las llamas del malvado
amor con otro amor más encendido,
y consiguió el estado
que no fué concedido
50 al huésped arrogante, en bien fingido.
De amor guiada y pena
penetra el pecho extraño, y atrevida
ofrécese a la ajena
presencia, y sabia olvida
55 el ojo mofador, busca la vida.
Y toda derrocada
a los divinos pies que la traían,
lo que la en sí fiada
gente olvidado habían,
60 sus manos, boca y ojos lo hacían.
Lavaba larga en lloro
al que su torpe mal lavando estaba;
limpiaba con el oro
que la cabeza ornaba
65 a su limpieza, y paz a su paz daba
Decía: «Solo amparo
de la miseria extrema, medicina
de mi salud, reparo
de tanto mal, inclina,
70 aqueste cieno tu piedad divina.
Ay!, qé podrá ofrecerte
quien todo lo perdió?
Aquestas manos osadas de ofenderte,
aquéstos ojos vanos
75 te ofrezco y estos labios tan profanos.
La que sudó en tu offensa
trabaje en tu servicio, y de mis males
proceda mi defensa:
mis ojos dos mortales
80 fraguas, dos fuentes sean manantiales.
Bañen tus pies mis ojos,
mi boca y red de enojos
límpielos mis cabellos; de tormento les
dé besos sin cuento,
85 y lo que me condena te presento.
Preséntote un sujeto
tan mortalmente herido, cual conviene
de um médico perfecto
de cuanto saber tiene
90 dé muestra, que por siglos mil resuene.»
[1] in Poesia, (Saragoça: Ebro, S.L., 1981), pp.39-43;